A pesar del mutismo de las fuentes literarias y de la escasez de los textos epigrá-
ficos, la documentación arqueológica ha permitido, al menos, que a través de un
meticuloso examen podamos vislumbrar, en parte, las creencias fenicias y púnicas
relativas al mundo funerario. Ahora bien, a pesar del gran interés con que requieren
ser estudiadas las necrópolis, no se ha sabido comprender en muchas ocasiones
el papel narrador que éstas tienen, y las memorias de excavaciones a veces se
limitan a ser simples catálogos descriptivos de las piezas del ajuar que allí se encontraron,
o en ocasiones presentan una documentación francamente incompleta.
Teniendo en cuenta todas estas limitaciones, ofreceremos en líneas generales
un breve resumen de CUEJ hubo de ser el desarrollo comúnmente empleado en la
rccilización de las exequias, es decir: la preparación del cuerpo del difunto, los últimos
arreglos en el interior de la sepultura, el entierro propiamente dicho, los sacrificios
funerarios, el bloqueo ritual de las tumbas, y por último la existencia de un
probable bauíquete fúnebre.
En primer lugar, es evidente que el cuerpo del difunto debió de ser preparado
de algún modo especial para la ceremonia de los funerales y su contacto con la divinidad.
En las tumbas cartaginesas es usual hallar un pequeño tazón con el fondo
ennegrecido por la acción de una llama; este vaso pudo servir, en opinión de H.
Benichou Safar, para callentar un producto que se evaporó sin dejar rastro, y
que según dicha autora pudo estar en relación con el agua lustral que había servido
para lavar el cadáver, como fue costumbre extendida entre egipcios y griegos.
En las tumbas fenicio-púnicas del ámbito peninsular no han quedado restos de
carácter similar, pero creemos que muy probablemente el cuerpo del difunto inhumado
debió ser previamente purificado con agua, para borrar de él las miasmas
e impurezas que habría adquirido en su contacto directo con la muerte; mientras
que en el rito de la cremación los cuerpos incinerados verosímilmente, no necesitaron
ser purificados previamente con agua puesto que la acción del fuego, en un primer momento bastaría.
Luego es posible que en ambos casos se les ungiera con
aceites olorosos.
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